¿La tercera Guerra Mundial? Piénsalo dos veces antes de responder (Parte 4).

Este articulo aborda el tema de una imposible guerra mundial. Y se enfoca en lo que la Biblia dice respecto a la destrucción del mundo. No te vayas, léelo completo.

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A. C. R

12/9/20245 min leer

6. Contaminación del océano y muerte masiva (2da. Y 3ra. Plaga).

El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y este se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar. 4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre”. (Apoc. 16: 3, 4).

Un manto oscuro y viscoso cubre la superficie del mar, formado por petróleo, productos químicos industriales, pesticidas y montañas de plástico. Peces muertos flotan panza arriba, mientras las aves marinas se agitan en la orilla, envenenadas por la contaminación. Un hedor nauseabundo impregna el aire, el olor a petróleo y a muerte que se extiende por kilómetros. La vida marina se extingue a un ritmo alarmante. La acidificación de los océanos, el cambio climático y la contaminación han creado un cóctel mortal para las criaturas del mar. La pesca se vuelve imposible, el turismo se ve afectado, y la escasez de alimentos se cierne sobre la humanidad.

Pero la sangre en el mar no solo se debe a la contaminación. Las grandes potencias se enfrentan en guerras navales por el control de los recursos y las rutas marítimas. Barcos de guerra se hunden, explosiones sacuden el mar, y el agua se tiñe de rojo por la sangre de los combatientes.Los ríos, fuente de agua dulce para la vida humana, también se contaminan. Lo que antes era fuente de vida, ahora es un caudal de muerte. La sed atormenta a las poblaciones, y los conflictos por el control del agua se intensifican. La humanidad se enfrentará a una crisis sin precedentes.

7. La capa de ozono y fuego lento (4ta. Plaga).

El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. 9 Y los hombres se quemaron con el gran calor…” Apoc 16: 8, 9).

El sol, antes fuente de vida, se convertirá en un enemigo implacable. Rayos abrasadores caerán sobre la Tierra, quemando la piel y provocando un dolor insoportable. La capa de ozono, escudo protector del planeta, se debilitará hasta casi desaparecer, dejando a la humanidad expuesta a la furia del sol. La piel quemada y ampollada, los tumores que crecen sin control, los ojos que pierden la vista... la radiación solar causará estragos en la salud de las personas. El calor sofocante hará que el aire se vuelva denso e irrespirable, y el suelo arderá bajo los pies.

Los océanos parecerán evaporarse. El fitoplancton, base de la cadena alimentaria marina, morirá bajo los rayos implacables del sol. La pesca se volverá imposible, y la hambruna se extenderá por el planeta. Las cosechas se secarán y morirán, los bosques se incendiarán con facilidad, y la escasez de alimentos provocará guerras y migraciones. La humanidad, aterrada e indefensa, se enfrentará a un mundo hostil. La búsqueda desesperada de sombra y agua, la competencia por los pocos recursos que quedan... la supervivencia se convertirá en una lucha constante. ¿Quién podrá permanecer de pie? Es el desgarrador de grito de muchos.

LA VANA ILUSIÓN DE SEGURIDAD EN UN MUNDO CONDENADO.

Así como en los días de Noé, cuando el arca fue la única escapatoria de un mundo condenado a la destrucción, hoy magnates y líderes mundiales buscan refugio en búnkeres de alta tecnología, esperando sobrevivir a una inminente catástrofe global. Pero esta vez no habrá arca ni búnker que los salve. Apocalipsis 6:15 describe cómo "los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos... se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes", pero ni escondiéndose en las entrañas de la tierra pudieron escapar del juicio final. El cataclismo los alcanzará, obligándolos a salir a la superficie y reconocer que no hay escapatoria. Desesperados, rogarán por la muerte: "y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono…" (Apoc. 6:16).

La profecía de Apocalipsis 9:6 nos confronta con una imagen desoladora: "En aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos". Sumidos en un sufrimiento insoportable tras la destrucción de todo lo que amaban, anhelarán la muerte, pero esta los eludirá. Esta imagen refleja el horror y la desesperación, donde la muerte, usualmente temida, se convierte en un anhelo inalcanzable. La profecía no solo describe la devastación física, sino también el profundo sufrimiento psicológico de quienes, habiendo perdido seres queridos, hogar e identidad, se ven atrapados en un ciclo de dolor sin fin.

Y a pesar de todo esto, muchos se negarán a arrepentirse. Apocalipsis 9:20-21 describe cómo, aún después de presenciar las plagas y la destrucción, algunos seguirán aferrados a sus ídolos y a sus malos caminos: "Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera…".

Y sin embargo, estos cataclismos no son provocados por una disputa por el control de la energía nuclear, el petróleo o la dominación geográfica, sino que las Escrituras nos revelan su dimensión espiritual: la disputa por el control del corazón humano; un reflejo de la batalla entre el bien y el mal que libra cada individuo, en donde debe decidir a quién servirá: a Cristo o a Satanás. Así, mientras millones sufrirán los horrores de este final, al verdadero hijo de Dios se le promete refugio y seguridad: "habitará en las alturas; fortaleza de rocas será su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras” (Isaías 33:16). También se promete que, aunque las fuerzas del mal ataquen, Cristo vencerá: "Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles" (Apoc 17:14). Este mismo vencedor es el que dijo acerca del mundo devastado: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5). No debe caber duda que para este tiempo final, la mejor “agenda” y único refugio seguro es Cristo. La victoria final le pertenece, y aquellos que lo sigan compartirán su triunfo.

Bendiciones.

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