EL DIOS SUFRIENTE, EL HOMBRE Y EL INFIERNO

La paradoja divina: ¿Un Dios amoroso que condena al hombre al tormento eterno?

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A. Cortés

6/29/202410 min leer

Mano en fuego
Mano en fuego
INTRODUCCIÓN

Eran las primeras horas de aquel domingo, cuando el eco de tres disparos resonó en el tranquilo parque del sur de México. El delincuente, alcanzado por las balas de un arma poderosa, desplomado en el suelo y presa de un dolor insoportable, gritaba de angustia y clamaba por auxilio. Sus estertores parecían entremezclarse con lamentos de un sufrimiento que iba más allá del dolor físico. "No eran solo las heridas", relató un testigo, "él ya sentía el fuego del infierno consumiéndolo en ese instante". Así fue como esa noche se tiñó de tragedia, mientras la vida del hombre se apagaba entre la agonía, angustia y desesperación.

El hombre, presa de una mezcla de convicción y temor, prosiguió su relato. Su rostro reflejaba una profunda consternación al evocar los tormentos infernales que aguardaban a aquellos que, como el difunto, no habían llevado una vida recta. ¿Cómo no pensar en ello? El Manual de Catecismo Católico (F. Chreibmayr. (1964, 277-288.) describe al infierno como un lugar de horrible tormento y de eterna condenación para todo aquel que se cierra al amor de Dios y que, por lo tanto, muere en pecado mortal; allí es el llorar y crujir de los dientes en medio de tinieblas, es la plena consumación del pecado; su fuego en nada es comparado al fuego terrenal. De acuerdo con Tomás de Aquino, este eterno infierno supernatural es tan real como el mismo cielo (D. G Bloesch. 1982. 215).

EL INFIERNO A COMO SE NOS HA CONTADO

Es un lugar de eterno destierro; se dice que uno se encuentra irremediablemente separado de la comunión con Cristo y los santos. El hambre y el frío palidecen ante el tormento de convivir con almas perversas, donde no existe la ayuda mutua ni el consuelo, solo un reino de egoísmo donde cada cual vive para sí mismo. Atormentados por el odio y la repugnancia hacia su propia existencia, los condenados experimentan un sufrimiento interior que no conoce fin.

La desesperación, en este abismo sin esperanza, se vuelve un suplicio insoportable: “se sienten todos completamente abandonados y lo están” (F. Chreibmayr, 1964, 286). Como ha dicho Dante en la Divina Comedia, cuando uno entra al infierno la gracia Divina se queda en las puertas de éste. Razón por la cual, dice el Manual de Catecismo, la predicación y la catequesis sobre el infierno han de servir para que lo que se anuncia como juicio de condenación, se convierta, al final de cuentas, en un medio de salvación; la idea de tormento eterno no es más que una invitación “a someternos reverentemente al Altísimo” (Ibíd. 282).

Por fortuna, según algunas corrientes teológicas contemporáneas, la divina clemencia se manifiesta incluso en el abismo infernal. La justicia y la bondad de Dios, en su infinita sabiduría, no infligen un sufrimiento uniforme a todos los condenados: “Dios vela porque los padecimientos sean adecuados a la culpa y demérito de cada uno” (Íbid, 286). Conforme a esta línea de pensamiento, aunque es necesario distinguir entre la justicia y el amor divino, no se deben concebir como aspectos separados, ya que esto generaría una fractura en la esencia misma de Dios.

LA JUSTICIA Y MISERICORDIA DE DIOS

Desde esta perspectiva, el infierno se convierte en una contradicción irreconciliable con el amor divino, una realidad eternamente opuesta a la naturaleza bondadosa de Dios. En consecuencia, la ira divina no es meramente una reacción a la ofensa contra su santidad, sino una manifestación de su amor. Aunque castiga, lo hace movido por un profundo respeto y amor hacia el pecador, buscando su redención.

Esta compleja relación entre justicia y misericordia se puede entender mejor con la siguiente declaración:

Los defensores del dogma del infierno argumentan que los universalistas, al rechazar la noción del infierno y centrarse exclusivamente en el amor divino, descuidan el valor de la obediencia. Sostienen que este enfoque sentimentalista del amor de Dios ignora la naturaleza dual del castigo divino en el infierno: punitivo, en cuanto purifica, y remedial, en cuanto preserva el orden divino.

Llegamos así al meollo del asunto: ¿Creer en el infierno es verdaderamente hacer justicia a la imagen de un Dios justo y santo? O, por el contrario, ¿rechazarlo implica malinterpretar el amor divino como un simple sentimentalismo, ignorando la justicia de un Dios que exige obediencia? (W. W Wiersbe, 1996).

EL AIONIOS, EL SHEOL Y LA GEHENA

Entre los pasajes bíblicos que han sido tradicionalmente invocados para respaldar la idea de un infierno ardiente, destacan Isaías 66:24, con su vívida imagen del gusano que nunca muere y el fuego inextinguible; Mateo 5:29, que sugiere la mutilación como preferible al tormento infernal; Lucas 12:5, que advierte sobre el poder divino de condenar al infierno; y la impactante parábola de Lázaro y el rico en Lucas 16. Cabe mencionar que la literatura y la mitología, especialmente la griega, también han contribuido a moldear nuestra concepción del infierno.

Y a pesar de la abundancia de pasajes que mencionan explícitamente la palabra "infierno", surge la pregunta si realmente la Biblia respalda la idea de un Dios que inflige tormento eterno en un abismo de fuego. Esta es la cuestión que nos aguarda; una pregunta que nos obliga a adentrarnos en las profundidades de la interpretación bíblica y a confrontar las diversas perspectivas que han surgido a lo largo de la historia.

La clave de esta cuestión radica en el análisis lingüístico y semántico, especialmente en torno al término "eterno". En el Nuevo Testamento, la palabra griega "aionios" (de donde deriva "eterno") se refiere a un período de duración específico para un sujeto o cosa. Por tanto, el fuego infernal sería "eterno" únicamente en sus resultados. En el Antiguo Testamento, el "fuego eterno" puede aludir a un fuego que se extinguirá solo tras haber consumido por completo su objetivo (como en el caso de Sodoma y Gomorra, o en Jeremías 17:27). En los textos escatológicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, el "fuego final” (Argumedo, 1994: 104, 105.) es inextinguible porque su propósito es aniquilar el pecado, no atormentar eternamente a las almas.

Por otro lado, la palabra "infierno" a menudo se traduce del hebreo "sheol" o del griego "hades", términos que simplemente significan "tumba" o "sepulcro". Un ejemplo claro se encuentra en el Salmo 16:10, donde se lee: "No abandonarás mi alma en el Seol". Estos términos no evocan imágenes de llamas, desesperación o tormento, lo que cuestiona la interpretación tradicional del infierno.

Otro término relevante es "gehenna", derivado de la frase hebrea "ge hinnom", que se refiere al valle de Hinom, un lugar fuera de Jerusalén asociado con la idolatría y el sacrificio de niños. Este valle, maldito y convertido en basurero, adquirió un significado peyorativo en generaciones posteriores (Argumedo, 1994: 104 – 105). Sin embargo, "gehenna" no implica un tormento eterno, sino más bien la destrucción total. Esta perspectiva lingüística y contextual desafía la noción tradicional del gehenna, o infierno, como un lugar de sufrimiento eterno, y abre la puerta a la interpretación bíblica en donde infierno es sinónimo de destrucción total.

CONCLUSIÓN

Podemos concluir, entonces, que la Escritura no ofrece indicio alguno de que las almas, al morir, desciendan directamente al infierno, ni mucho menos que exista comunicación entre los habitantes del cielo y del infierno. La Biblia no retrata a un Dios monstruoso, consumido por la ira y la venganza, que encarcela a los pecadores en prisiones eternas para infligirles tormentos físicos y morales, por más que Él mismo sufra al hacerlo. ¡Qué imagen tan cruel y distorsionada del carácter divino!

En cambio, las Escrituras nos revelan un Dios que proclama: "Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?" (Ezequiel 33:11). Este pasaje nos recuerda que el deseo de Dios es la redención, no la condenación eterna.

Afirmar que Dios es amor y justicia a la vez no implica un amor superficial ni sentimentalista. Tampoco sugiere que el infierno sea una creación divina motivada por el amor, destinada a castigar a los desobedientes tras su muerte terrenal. Más bien, implica que en el juicio final, Dios impartirá justicia a cada uno según sus obras . Esta justicia divina, aunque destructiva, actúa por amor a los pecadores, y la restauración del orden divino.

Algunos sugieren que el verdadero infierno no es un tormento póstumo, sino una realidad palpable en esta vida, plagada de maldad, dolor y sufrimiento. Una existencia donde todo es "carga, trabajo y vanidad", donde los que no conocen a Dios vagan como muertos vivientes, atravesados por las dagas del pecado, sedientos y gimiendo por el Agua Eterna. Incluso los hijos de Dios experimentan pérdidas, muerte y dolor. Sin embargo, como bien dijo el célebre predicador Charles Spurgeon: "Tan seguro como Dios a veces pone a sus hijos en el horno de fuego, Él estará en el fuego con ellos" (C.H. Spurgeon. Sermón de 1863).

Para aquellos que aún no han abrazado a Dios, Satanás les ofrece la ilusoria promesa de gloria terrenal, un espejismo que se desvanece rápidamente en el dolor y la desolación. En contraste, Jesús nos invita a cargar nuestra cruz en este mundo, a aceptar el sufrimiento presente para alcanzar la gloria eterna. Como reza el himno:

FUENTES
  1. Todas las referencias: Biblia Reina Valera 1960. Sociedad Bíblica Unidas.

  2. Franz Chreibmayr. (1964): Manual del Catecismo Católico. Editorial Herder. : Barcelona, España. Págs. 277-288.

  3. Donald G Bloesch. (1982): Essentials of Evangelical Theology (Life, Ministry, and Hope). Vol. ll.: Harper & Row, Publishers. San Francisco. Pág. 215.

  4. Warren W Wiersbe (1996) The Bible Exposition Commentary. Wheaton, Ill. : Victor Books.

  5. José Luis Argumedo. (1994): La verdad os hará libres.: JAC DAVIS. Glendale, California. Pág. 104 – 105.

  6. Charles Spurgeon: "El licor del Evangelio" (sermón 3236 del 20 de septiembre de 1863).

  7. Nuevo Himnario Adventista: #508: Contendamos siempre por nuestra fe.

NOTAS:

  1. Warren W Wiersbe, escritor y teólogo, menciona respecto de este punto: “People ask, ‘How can a loving God even permit such a place as hell to exist, let alone send people there?’ But in asking that question, they reveal that they do not understand either the love of God or the wickedness of sin. God’s love is a holy love… not a shallow sentiment, and sin is rebellion against a holy and loving God. God does not ‘send people to hell.’ They send themselves there by refusing to heed His call and believe on His Son. The ‘unbelieving’ are named second on the list of the people who go to hell, even before the murderers and the liars (Rev. 21:8; also see John 3:18–21, 36). Occasionally you hear a lost person say, ‘Well, I don’t mind if I go to hell. I’ll have a lot of company!’ But there is no friendship or ‘company’ in hell! Hell is a place of torment and loneliness. It is not an eternal New Year’s Eve party at which sinners have a good time doing what they used to do on earth”. Warren W Wiersbe (1996) The Bible Exposition Commentary. Wheaton, Ill. : Victor Books.

  2. Sin lugar a dudas lo que popularizó el dogma en cuestión, fue el famoso libro de Dante Alhiguieri la Comedia, más tarde llamado como la Divina Comedia, dado que narra la crónica de un viaje en sueño hecha al infierno, purgatorio y al paraíso por el poeta autor en el año 1300; viaje que termina en felicidad no en tragedia, a pesar de cambiarse de la tierra al cielo, de perdición a redención: J. D Douglas et all (1997).: Who's Who in Christian History. Wheaton, Ill. : Tyndale House.

  3. Las descripciones medievales respecto del infierno como un lugar de sufrimiento eterno refleja la influencia de interpretaciones teológicas y culturales a lo largo de los siglos. Padres de la Iglesia como San Agustín y Santo Tomás de Aquino contribuyeron a la formación de la doctrina del infierno con sus escritos, que a menudo combinaban elementos bíblicos con filosofías griegas y romanas. Estas interpretaciones no solo solidificaron la idea del infierno en la doctrina cristiana, sino que también influyeron en la literatura y el arte de la época, perpetuando una imagen aterradora del más allá.

  4. Más allá de la tradición cristiana, diferentes religiones y filosofías han adoptado y adaptado la idea del infierno. En el Islam, por ejemplo, el "Jahannam" es un lugar de castigo para los impíos, similar en algunos aspectos a la "Gehenna" cristiana. Las religiones orientales como el budismo y el hinduismo también presentan conceptos de retribución post-mortem, aunque con enfoques y matices distintos, como el ciclo de reencarnación y el karma.

  5. Las diversas concepciones del infierno también influyen en la moralidad y el comportamiento de los creyentes. La existencia de un lugar de castigo después de la muerte, como muchos lo ven, actúa como un mecanismo de control social y moral, incentivando a los individuos a seguir las enseñanzas de su fe y vivir vidas éticas y justas.

  6. Las influencias culturales también han jugado un papel crucial en la transformación de las percepciones del infierno. Obras literarias, cinematográficas y artísticas han representado el infierno de diversas maneras, a menudo alejándose de las imágenes tradicionales de fuego y azufre. Estas representaciones han ayudado a modelar una visión más matizada y menos temerosa del infierno en la mente del público contemporáneo.

“El infierno no es un campo de concentración presidido por el mal, sino un sanatorio para las almas enfermas que son ministradas por Jesucristo … es la creación de un Dios amante para todo el que rechaza la ayuda ofrecida mediante Jesucristo” Donald G Bloesch.

“el hombre está en el infierno no porque Dios está ausente sino porque está presente, y por eso, se le recuerda constantemente al hombre a cerca de su culpa e infamia, […] el infierno no es un campo de concentración presidido por el mal, sino un sanatorio para las almas enfermas que son ministradas por Jesucristo. […] Podemos descansar seguros de que esos en el infierno están en las manos de un Dios que es justo y misericordioso. […] Todos nuestros pecados nos enviaron al infierno, pero sólo el rechazo de la gracia de Dios nos mantiene en el infierno… El infierno… es la creación de un Dios amante para todo el que rechaza la ayuda ofrecida mediante Jesucristo”. (D. G Bloesch, 1982: 225-227).

"Si sufrimos aquí, reinaremos allá...

Si llevamos la cruz,

por amor de Jesús,

La corona Él nos dará"

(H.A. 508).

Hombre en infierno
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Tumbas y esqueletos
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