DESCONÉCTATE, RECONECTA TU ALMA, HUMÍLLATE...
Mucho antes de que las redes sociales nos sumergieran en un mar de conexiones virtuales, Dios ya había tejido la red más poderosa y trascendental... Un santuario donde podemos silenciar el bullicio externo y aquietar el tumulto interior.
PRAY 🙏
A. Cortés
6/29/20244 min leer


Es difícil pensarlo así, pero es verdad: la oración hecha con humildad es una apertura hacia lo divino; es refugio y consuelo; es encontrar paz y la serenidad que con el mero intelecto jamás se podría lograr; es bálsamo para el alma atribulada; espacio donde podemos reconocer nuestra finitud y abrirnos a la gracia divina; es encontrar un descanso de las preocupaciones mundanas y una conexión profunda con lo infinito, algo que supera todo conocimiento.
Se dice que Martin Lutero, el reformador protestante, solía decir: Tengo tanto que hacer hoy que pasaré tres horas en oración. Aunque paradójica, esta declaración refleja la profunda convicción de Lutero de que la oración no es una pérdida de tiempo, sino una fuente de fortaleza y sabiduría.
Mucho antes de que las redes sociales nos sumergieran en un mar de conexiones virtuales, Dios ya había tejido la red más poderosa y trascendental; es decir, la oración. En esta era de vértigo digital, donde nuestros móviles nos asedian con notificaciones de Facebook, Instagram, X, TikToks fugaces y noticias alarmantes; etc., el recurso de la oración ahí está: es un oasis de serenidad; un santuario donde podemos silenciar el bullicio externo y aquietar el tumulto interior.
Por lo tanto, en la cotidianeidad, la oración tampoco debería ser vista como un escape de la realidad, sino más bien como una preparación para enfrentar con mayor valentía y determinación esta vida de contrastes y sinsabores. A través de la oración, encontraremos la paz interior y la fuerza espiritual que nos permitan perseverar en nuestra misión personal e incluso en medio de la adversidad. Así pues, la oración, lejos de ser una actividad que nos aleje de nuestras responsabilidades, nos equipa para cumplirlas con mayor eficacia y serenidad.
Es tiempo de renovar nuestra perspectiva y encontrar la fuerza para seguir adelante; ahora cuando las circunstancias parecen abrumadoras, confiemos y abandonémonos en ese oasis de calma. Cuanta razón tenía E.M. Bounds cuando dijo que la oración "es el lugar donde la carga se hace ligera, la confusión se aclara y la debilidad se convierte en fortaleza". Aligera tu carga, conéctate, recárgate; despeja tu mente, fortalece tus músculos espirituales. Jesús dijo: "¿Estás cansado de llevar esa pesada carga? Entonces ven a mí. Refrescaré tu vida, pues soy tu oasis" (TPT, Mateo 11:28).
Y, ¿Qué necesitamos para orar? Cierta escritora expresó la siguiente en una de sus promesas más destacadas en su libro El camino a Cristo :
Quizás pueda ser difícil entender esto si no tienes un amigo verdadero, pero justo ahí en la oración encontramos al mejor amigo del universo. Como entendemos en esta frase, al orar no se trata de bajar a Dios hacia nosotros; es mucho mejor: nos elevamos hacia Él, hacia lo transcendente donde lo finito toca lo infinito. ¡Maravilloso! Por otro lado, a través de este acto tampoco se busca modificar la voluntad Divina. Como dice Rick Warren en Una Vida con Propósito: "La oración no cambia a Dios, pero sí nos cambia a nosotros. Nos acerca a Dios, nos alinea con su voluntad y nos da la fuerza para vivir una vida que le agrada".
Así es, la oración no un intento de manipular a Dios, sino un proceso de transformación personal en donde nos abrimos a Su voluntad, encontramos dirección y propósito, y recibimos la fuerza para vivir una vida plena y significativa.
Así que no dejes de orar y confiar en la Mano poderosa que está controlando el destino de este universo y particularmente, el tuyo... Apaga tu móvil, desconecta la TV, inclina el rostro, cierra tus ojos, abre tu mente y corazón; levanta tus manos, arrodíllate, póstrate en tierra, humíllate, confiésate, confía y espera el milagro que te aguarda. ¡Ten una feliz conexión!


"Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirlo. La oración no baja a Dios hasta nosotros, antes bien nos eleva a él" (CC, cáp. 11)
Mucho antes de que las redes sociales nos sumergieran en un mar de conexiones virtuales, Dios ya había tejido la red más poderosa y trascendental... Un santuario donde podemos silenciar el bullicio externo y aquietar el tumulto interior.



